por Hugo Ketzel Cuéllar Serna
Como es de conocimiento de los amables lectores, el uso de la Banda Presidencial se encuentra reglamentado en el Art. 34 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. Sin embargo poco se conoce sobre su origen en la historia, aunque muchas han sido las especulaciones al respecto. Pero en este artículo desentrañaremos su verdadero origen y significado.
La primera referencia nos remite a la Edad Media, de manera precisa a la época de las cruzadas, en la que los accesorios de los caballeros que combatían en el cambio de batalla se convirtieron en símbolos iconográficos, tanto en los retratos como en los escudos de armas. Entre aquellos accesorios se encontraba el “tahalí”, un elemento que pendía del hombro derecho hacia el costado izquierdo de la cadera, en donde era colocada la espada para poder desenfundarla rápidamente, sobre todo para aquellos que eran diestros. Un accesorio que tenía un uso similar era la “pretina”, que bien podría haber evolucionado en la “faja militar” que podemos apreciar en algunas pinturas decimonónicas y que variaba de color según el grado militar. Sin embargo quedó en desuso y tuvo una curiosa transformación hacia el “cordón de mando”, que también utiliza colores para distinguir entre los grados de los comandantes. El Tahalí es definido por el “Glosario de Voces de Armería” de 1912, de la siguiente manera: “Tira o banda que cruza desde el hombro derecho hasta el lado izquierdo de la cintura, donde se juntan los dos cabos y se cuelga la espada. Su uso es muy antiguo, pues aparece ya entre los asirios, pero durante la Edad Media se colgaba la espada del cinturón, y no reaparece en España hasta el siglo XVI; en el XVII, se generalizó la costumbre de llevarla sobre los coletos de ante, en el siglo XVIII, sobre el uniforme militar o encima de la chupa”. En aquel entonces los caballeros medievales solían tener a su servicio a los escuderos, quienes resguardaban el armamento. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzaron a realizar labores de mensajeros y dichas actividades se verían cada vez más especializadas, hasta convertirse en “heraldos”, cuya indumentaria consistía principalmente en un “tabardo” el cual reflejaba símbolos heráldicos propios de los logros militares de los caballeros a quienes representaban. Ese sería el origen de la “heráldica”, que guarda una estrecha relación con la referencia histórica de la Banda Presidencial. Así, el tahalí pasaría a representarse como un símbolo heráldico conocido como “banda”. Ésta se define, de acuerdo al Diccionario Enciclopédico de la Lengua Española de 1870, como: “Tira o cuenta colocada en el escudo, desde la parte superior de la derecha hasta la interior de la izquierda. Siempre es de color, metal o esmalte, diversos del campo. Significa el tahalí del que pendía la espada de los antiguos caballeros, y la faja que ceñían para distinguirse en las Cruzadas”. De esta manera tenemos la primera parte de la historia de este curioso elemento desde las cruzadas y su evolución como símbolo heráldico a manera de banda. Pero desde luego la historia no acaba aquí. Más adelante, pasadas las cruzadas, aquellos caballeros que pertenecían a diversas órdenes de caballería formadas para tales batallas, incorporarían protocolos y grados militares dentro de su jerarquía. Y posteriormente dichas órdenes se incorporarían como cuerpos de élite en los reinos europeos para posteriormente, pasados los tiempos de la guerra, convertirse en órdenes que ofrecían una distinción a sus nuevos miembros por motivos nobiliarios o hechos destacados en favor de la corona. El Lic. Ignacio Borja Martínez, en su libro “Ilustre y Distinguida Orden de Nuestra Señora de Guadalupe”, lo aborda de la siguiente manera: “Fue hacia el Siglo XV cuando la Corona absorbió los bienes cada día más cuantiosos de las órdenes; los mismos monarcas se designaron como administradores, y los maestrazgos de dichas instituciones pasaron a la Corona. Loas órdenes militares perdieron fuerza y poder, y pertenecer a ellas fue a partir de entonces sólo motivo de ornamento y orgullo personal. De esta manera las órdenes se convirtieron en un premio concedido por los soberanos para distinguir a los miembros destacados de la sociedad por el servicio hecho a la patria y a la Corona”. ¿Sin embargo, por qué hablar de las órdenes de caballería y qué relación guardan con la Banda Presidencial? Volviendo al tema de la jerarquía dentro de dichas órdenes, habían elementos que distinguían sus grados, desde el uso de la indumentaria así como la portación de condecoraciones. Los grados que encontramos en dichas órdenes, incluso en la actualidad, son comúnmente: a) Caballero, b) Oficial, c) Comendador, d) Gran Oficial y e) Caballero Gran Cruz. El grado más alto de dicha jerarquía era el de Caballero Gran Cruz, y el elemento que le distinguida era el uso de la banda, de la cual pendía en su extremo la condecoración de la orden a la que pertenecía, acompañada de la “placa” de la misma orden en el lado izquierdo del pecho. La iconografía que representa a dichos Caballeros Grandes Cruces es muy vasta. Basta con visitar algunas colecciones en los museos de México para hallar algunos ejemplos.
Ya reunidos los antecedentes, ahora podemos remontarnos a los orígenes de la Banda Presidencial en México, ubicándonos en el siglo XIX. Como recordamos, las órdenes de caballería se incorporaron a los reinos, y durante siglos se fueron creando nuevas órdenes como corporaciones nobiliarias sujetas a la corona en turno. Algunas se centraban en evocaciones religiosas e incluso en la figura de los monarcas. Tal fue el caso de la Orden de Carlos III, creada por el Rey Carlos III de España, y semejaba en sus colores a los de la Orden del Espíritu Santo de Francia, misma en la que pudo haberse inspirado por el vínculo francés de la familia Borbón. La Orden de Carlos III combinaba los colores blanco y azul celeste, ya que la misma se había creado bajo la advocación de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Dicha orden, junto con la de Isabel la Católica, siguen siendo a la fecha las órdenes más importantes de la corona española, sólo por debajo de la Orden del Toisón de Oro. Los cuadros que ilustran a Carlos IV y a Fernando VII, durante el siglo XIX, permiten apreciar que portan la Banda de Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III, siendo ellos, durante su reinado, Grandes Mestres de la Orden. En aquellos años fueron muchos los condecorados bajo aquella orden, sin embargo fueron los nobles, militares y altos funcionarios pudieron acceder a su grado más alto. Tal fue el caso de los Virreyes, quienes por ser representantes del Rey en los reinos de la corona, contaban con la jerarquía suficiente para tal distinción. Si visitamos el salón de los virreyes en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec podremos encontrar dichos ejemplos, donde los virreyes de la época de Carlos III y posteriores ostentaban la Banda Gran Cruz con su característica confección de dos franjas azul celeste y una franja blanca. ¿Les resulta familiar esos colores con las banderas nacionales de Guatemala, El Salvador, Argentina, Uruguay, entre otros? Ciertamente no es mera coincidencia. Serían los colores de la Virgen de la Inmaculada Concepción los que inspirarían aquellos lábaros patrios, al igual que los colores de las bandas presidenciales de aquellos países. Efectivamente, las representaciones de los virreyes portando aquella banda inspirarían en los virreinatos de Hispanoamérica para la creación de nuevas órdenes de caballería tras su independencia, y como resulta evidente también serían el origen de las bandas presidenciales. Incluso los virreyes eran representados con el “bastón de mando”, y en la actualidad Argentina sigue utilizándolo como un elemento presidencial que se entrega junto con la banda.
Durante el periodo de insurgencia surgieron algunas propuestas para la creación de órdenes de caballería para la nueva nación que se crearía tras la independencia. Uno de esos proyectos fue el de Ignacio López Rayón, quien en el documento “Elementos Constitucionales, en su artículo 34, proponía la creación de cuatro órdenes de caballería: a) Orden de Nuestra Señora de Guadalupe, b) Orden de Hidalgo, c) Orden del Águila y, d) Orden de Allende. La influencia de las órdenes de caballería era inherente a la búsqueda de una nueva forma de gobierno. Pero sería hasta conseguida la independencia de México por parte de Agustín de Iturbide que, ante la necesidad de crear distinciones que premiaran los logros distinguidos por la independencia, se ordenó a Junta Provisional Gubernativa la creación de la Orden Imperial de Nuestra Señora de Guadalupe. En sus estatutos emulaba los colores trigarantes: Religión (blanco), Independencia (verde) y Unión (rojo), que corresponden a la distribución de los colores en la Bandera Trigarante, con franjas diagonales, y que se considera se inspiraron en los colores de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, respectivamente. La banda de los Caballeros Grandes Cruces de la Orden de Guadalupe aparecería en los estatutos de la misma, y podemos ver algunos cuadros de Iturbide portándola. Es aquí donde ha surgido parte de la especulación de la fecha en que la banda presidencial fue creada, aunque pocos conocen que su origen fue inspirado en la Orden de Guadalupe. Y el vínculo histórico entre México y la Virgen de Guadalupe es inseparable, así como ya lo proponía López Rayón, igualmente José María Morelos redactó en los “Sentimientos de la Nación”, en su artículo 19, que se festejara el día 12 de diciembre dedicado a Ntra. Sra. de Guadalupe. Incluso el propio Benito Juárez propuso la misma festividad en el calendario cívico. De aquí que el vínculo guadalupano con la banda presidencial exista desde el siglo XIX. Como dato curioso el padre Mariano Cuevas en su libro “El Libertador”, menciona que, una vez consumada la independencia de México el 27 de septiembre de 1821, la Junta Provisional Gubernativa había creado una comisión para discutir sobre la creación de la Bandera Nacional y el escudo de armas del Imperio Mexicano. Dentro de la misma el diputado Fray Servando Teresa de Mier proponía la creación de una bandera blanquiazul, sin embargo los colores trigarantes ya guardaban la preferencia de los legisladores y del pueblo mexicano. Después de creada la Orden de Guadalupe se condecoraron a distintos personajes destacados en tres categorías: Grandes Cruces, Caballeros de Número y Súpernumerarios. Entre los Caballeros de Número figuró un curioso personaje que se distinguió por su labor militar en Veracruz a favor de la independencia: Antonio López de Santa Anna. Pero, ¿porqué es importante Santa Anna en esta historia? Bueno, fue ni más ni menos él quien, como presidente de la república, dio origen a la Banda Presidencial que conocemos hoy en día. Así, el 3 de octubre de 1843 se expedía el siguiente decreto del gobierno que la creaba: “Distintivo que han de llevar el presidente propietario de la República y el interino. Antonio López de Santa Anna, etc., sabed: Que siendo muy conveniente para asegurar el respeto debido a la suprema autoridad que ejerce el presidente de la República, que se establezca un distintivo por el cual en los actos públicos sea conocido el ciudadano que sea honrado con la primera confianza de la nación, como se practica en algunas otras Repúblicas, en uso de las facultades que la nación me ha concedido, he tenido a bien decretar lo contenido en los artículos siguientes: Art. 1. El presidente propietario de la República llevará una banda de seda con los tres colores nacionales, de seis pulgadas de ancho, que penderá del hombro derecho al lado izquierdo. 2. Portará, además, en el pecho sobre la banda, el escudo de las armas nacionales, de oro y adornado con piedras preciosas. 3. El presidente interino solamente llevará la banda con los tres colores nacionales. (referencia)” Resulta interesante el artículo 3 del decreto, ya que existen ejemplos claros del uso de la Banda Presidencial para presidentes interinos, como fue el caso de Miguel Miramón y Benito Juárez, de los que tenemos constancia sobre el uso de la Banda sin el Escudo Nacional. Así pues, todas las ilustraciones y fotografías que surgen a partir de 1843 nos muestran a los presidentes de la república portando la Banda Presidencial. Han surgido diversos cambios en su protocolo, y ciertamente cada gobierno tendrá su forma de interpretarla y hacer uso de ella. Sin embargo, a lo largo de este artículo descubrimos el gran legado que existe detrás de este símbolo, desde la Edad Media hasta nuestros días. Su herencia es, sin lugar a dudas, militar y religiosa; pero igualmente agrupa un sentido cívico en nuestro México contemporáneo.
Hugo Ketzel Cuéllar Serna es Presidente de “Americana y Distinguida Orden de Ntra. Sra. de Guadalupe, A.C.”
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